La lealtad de lo perros


Cada día, siempre a la misma hora, él salía, casi a oscuras el cielo, presto a recibir los primeros sonidos de la calle. A lo lejos, los ladridos de su perro blanco, cada día, le apretaban el alma. Byron, mirada leal, siempre ladraba a esa hora, aunque él ya no estuviese en el patio para acariciar su cabeza, mientras su mirada se perdía en el aire, buscando eso que siempre miran los perros y los humanos no ven. Entonces recordó, con dolor, el tacto de sus orejas, la tibieza de su presencia luminosa, las losas pétreas del patio y las sombras ya distantes.
Había perdido tantas cosas. Su dolor, apenas contenido, era enorme. Pensaba en el animal, que iluminaría otros pasos y sería feliz, con la practicidad de la naturaleza, lejos del discurso de los hombres.
Entonces, al recordar la mirada del perro, supo con certeza, que debía seguir adelante, siempre adelante.

Comentarios

  1. Daniel, debes recordar poner título a las entradas que creas para que no aparezca en el reader como "sin título". :)

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