SONETO 1

TUS manos abren la turba de mi sangre,
para extraer el germen de las letras.
Tu río trenzado corre mi llanura
 y sin temor se despide del vértigo.

Llegas de un confín que desconozco, sí,
oliendo a enredaderas sin rubor,
a invisibles animales sin nación
y te siembras por entero de pasión.

Y yo, que amanezco antes que el sol,
me levanto sobre un pie que ya no es,
y abro las ventanas a los pájaros.

Por eso, en el jardín la luna yace
como un vientre de plata germinado
en la visión, que tiembla entre mis manos.






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