EL PRISIONERO

Un hombre ha venido a morir
  en los barrotes que nacen en sus dedos.
Muere de cansancio y de tristeza. 
Muere de dolor sistólico,
de alguna pena muda 
tendida en su garganta.

Un hombre sin rostro, quieto,
desgrana el llanto de la noche,
mientras fuma su desvelo.
Fuma la noche y fuma el alba.

He mirado al espejo,
sólo para confirmarlo.

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