TANGO SEGUNDO



TENGO el cansancio voraz,

delator perpetuo del insomnio,

derramado allá, sobre la mesa.



Tengo el polvo de una flor Zulú,

el atroz semblante de un muerto

resarcido del pan, del sin-amor.



Y también tengo dudas a montones

que se nutren del cansancio, de mi error

y de mis hombros calcinados.



He de parar antes del alba, he de parar.

Es necesario.

Pero entre tanta transparencia, 
mi boca se queda sin respuestas, 
sin rumbo ni estertor.


Boca, boca de piedra, de maíz,

socavada entre las cruces vespertinas,

apremiada por los siglos del silencio.



Corre boca, corre, aprieta los dientes

que te persiguen la sombra, el silencio

y el rencor.



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