TANGO EN SEPTIMA-MENOR

LA parca se desangra en la esquina
y tuerce,
desapareciendo de los charcos,
de las veredas malparidas
y de mí.

Agonizo con rabia tu cráneo,
tu fragmento de adiós diminuto,
lo poco que han dejado
de todo lo que fue y no volvió.

Pero desaparezco siempre y no estás,
me destripo todo y no estás,
me lacero la nariz, los dientes,
y no estás ya más.

Serán las puertas de cristales rojos,
los pasillos grises sin vos,
que ya tardás mucho en nacer
otra vez, sin darte cuenta.

En lo alto, un hombre mira sus manos.
Ellas no le hablan, salvo del dolor,
de la amargura de no ser y no tener.
Pero él las mira, sabiéndose ahogado
por un océano de lágrimas sin ton,
venidas de los ojos enterrados,
de tu ardor y de la muerte,
sin saber. 


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