MEMORIAS
A mi hermana, Inés Gonzalez.
I
ES de madrugada. El aire inmóvil amalgama el
silencio desde el mismo fondo de mi boca.
Estoy ahí, de espaldas en el centro del tiempo que
se ha detenido. También me he detenido, y sin embargo el paso implacable de los
años continúa su infatigable tarea entre mis partes:
Se me cae el pelo y en mi rostro se crece una
geografía que desconozco.
Me hago viejo, aunque el tiempo no transcurra. No
puedo evitar esa sensación de desamparo, que en ocasiones me sorprende en los
sueños. Entonces vago por la casa, a tientas en la oscuridad, sobre esos pasos
que andaré mañana; recurro a los sitios comunes, que bien conozco y, a veces ya
muy tarde, tu rostro invade todos los resquicios del insomnio. No queda lugar
para nada más.
¡Qué más quisiera yo, antes de los primeros gallos!
En el patio, el amanecer rojo de las baldosas está
cubierto por el velo del rocío. Una, otra, cientos de hojas han caído desde el
ramaje, ahora gris, de los árboles, masa extraña que se mueve con voz propia.
Me agrada oír ese compás. Me acaricio con él cada mañana, antes de salir a la
calle, donde todo, siempre, es diferente.
II
ME levanto, cuando ya los terrores de la noche han
vuelto a su caja, rodeado de innumerables rayos de sol, cuyo cuerpo se
evidencia en el reflejo de las partículas que flotan en el aire de la casa. Soy
de nuevo el que era antes del sueño. Vienes, te acercas y tus manos contienen
mis facciones. Miras el centro de mis ojos, mientras la musicalidad de tus
palabras me devuelve al día.
Ahora, el ladrido de los perros es diferente, otro.
Ahora, esa mano que aprieta mis costillas se ha fundido con la fronda de tus
ojos y ha desaparecido.
A veces, hermana, pienso, sueño tantas cosas que no
caben en mi espacio. Aprietan sin descanso la pequeña realidad que nos toca.
Invocan truenos, ciclones, crecientes de ríos que desconozco, que nunca veré,
entre estas paredes que han ido creciendo desde la noche. Ayer, sólo ayer, eran
menos infinitas. Hoy, mis ojos casi no las tocan. Pero no quiero que estés
triste, ni que mi adicción a la nostalgia te haga presa de su encanto, ya que
ese eco que te nace desde el alma, esa melodía que me alivia, es justo lo que
nos hace diferentes, paralelos.
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