LA PLAZA


LA fuente en el centro
y los álamos en recuadro perfecto
dibujan con precisión 
la humildad de la plaza
a esta hora de la siesta
en la que se oyen los ojos del viento
volando sobre la voz de las acequias.

Un niño azabache
sentado en un banco gris
mueve sus alas
y canta entre dientes
con voz de tempero 
y cuerpo de pluma.

Su índice dibuja países
cometas
lugares que al fin él verá
por esas cosas de la vida.

En ese instante
un quetupí revienta el silencio
y el niño sonríe.


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