EL ESPEJO





DEJA pasar ese instante
mientras la luz
extingue la sombra de tus manos.

Deja las hojas abiertas
las ventanas en los árboles
y a tus caderas 
en la proa de mi sexo.

Déjame entrar
hendiendo 
el manto floreado de tu falda
la exhalación dulce de tu azufre
que sulfura mis venas
y mis dientes
atormentando la estela
que dejas al irte
siempre.

Deja que vuele una vez más
sobre la risa de tu vientre
o las ramas de tus brazos
que descienden por mi espalda.
Déjame entrar una vez más
al laberinto de tus piernas
donde me esperan los espejos
que me devuelven mi semblante.
  

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