SEPTIEMBRE

Un día soñé que volvía desde lejos y estabas en la casa, sentada en tu jardín de paredes tapizadas. Yo entraba despacio buscando aquellos pasos, midiendo mis recuerdos y hablando sin vocales. Vos me mirabas sin moverte y tu voz era el alivio, un puerto señalado. Tus manos, como pájaros buscaban mi semblante, tocando con el alma mi cuerpo dislocado:
          Soy el que regresa para oírte en esta tarde de septiembre. Soy el silencio del entierro, el amor de los perdidos. Soy tu llanto y tu consuelo, tu añeja remembranza y tus ojos, madre mía.

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