LA LUZ VERDADERA.

Por las paredes del recinto
entra 
la luz de tus caderas.

Estoy en el centro
de tu abismo luminoso
me visto de tu aroma,
que embriaga las nostalgias.

Estás en el centro
de mi aliento, atravesada.
Estás, recién llegada
a los temblores de mi asombro.

Por las ventanas de mi frente
entra
el sonido de tus pasos.

Estoy destinado a tu premura,
al racimo de tus pechos.
Estoy desterrado de razones,
inmerso en los rincones
de tu alma que estremece.


 

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