SOBRE AMOR Y ASTRONOMÍA

A las puertas del Sol, 
estrella espectral,
dos peces anidan
en brazos de Efebo.

Uno navega la noche, 
silbando nostalgias,
al reverso de la constelación;
y el otro por el día
imaginando el porvenir,
montado en las cejas,
del fuste perfecto,
cuya frente anfórica
visiona demiurgos,
preñando la tierra de versos solares.

Una mujer inmarchitable, colosal,
trenza las cumbres de Titán,
justamente a la hora de los peces,
para que el cuerpo de Efebo
no olvide su pena,
declamada por las hojas,
que habla de distancias no distantes,
de vientos solares y de manos,
pies, pechos, ojos, labios y torsos,
todo ello entrelazado en la rueca,
fundido en un ser univoco,
universalmente bello, descalzo,
compuesto íntegramente,
por la esencia del amor.





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