EL ALBA


 Amanece otra vez.

Detrás de la ventana que es marrón,
se adivina la cresta volcánica del sol.

... A esta hora, en el borde del río,
los reflejos se abisman claros
desde la planta de los pies,
hasta los ojos que observan. Siempre observan.

Y es que de buenas a primeras,
el aire atraviesa el jardín
verdeciendo tu iris convexo,
con tanta suavidad,
que puedo mirar a través de las sílabas,
detenido de silencio, con ardor esperado,
para ver si arrullas,
elemental,
diáfana,
el pétalo de bruma
que dejó la noche,
sobre mi frente.

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