LA MADEJA ROTA

 
 A veces, sin pensarlo ni esperarlo, el final nos alcanza. La línea roja que hilaba nuestro puente se rompe, desaparece. Por un instante el sentido de las cosas se aturde, y ya no piensa ni cavila; deambula en pasillos miserables, porque, en definitiva, nadie dijo que fuera fácil.

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