LO BELLO
Vino la voz a contar la historia,
otra vez. Entonces preferí no oírla. Dejé rodar las hojas, sin oír. Después de
todo, tengo una caja llena de verbos, adverbios y adjetivos de esa historia. También
poseo cientos, miles de cajones repletos de instantes en vela, de ojos
abiertos, enterrados; de lacerantes y vertebrales dolores de alma. No elijo las
perlas ciegas. La ignorancia de detalles, lo sé, me salvará de los heraldos
negros. No obstante, hermano mío, elijo recrearme en la bruma de las imágenes
remotas. Tus imágenes, tus manos. Recuerdo tus manos y algunas otras cosas que
me arrullan, cuando miro tu foto, debajo del cristal de mi escritorio.
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