EL AMOR, LA LLUVIA

A la entrada de la casa, apenas pasado el umbral, hay un espejo. Cuando entro cada día, veo mi reflejo en él. Unas veces reconozco al hombre del espejo y otras, la imagen distante que observo es gris, retraída en sí misma, como una hoja arrugada llena de pliegues y marcas. La hoja, late y late sin cesar, y en cada latido,cuando el viento es propicio y por la ventana entra olor a lluvia, las marcas y los pliegues, las arrugas, van cediendo ante el espasmo de la vida.

Desde dentro, una voz familiar dice: ha llovido, está lloviendo...ha llovido, está lloviendo...
Hace tantos días que la imagen gris ansía la lluvia, para que por fin su aliento vuelva a ser húmedo, como los rosales del patio o las hojas de un limonero eterno. Entonces, el hombre del espejo, se da la vuelta, me da la espalda y sale a la calle, en busca de las primeras gotas de lluvia y de la musicalidad virtuosa de sus gemas, que dibujan ríos en su cuerpo, desde que tiene memoria, desde que ya no es gris, ni está triste.

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