LOS ÁRBOLES QUE NUNCA,NADIE PLANTÓ

 Este poema es mi humilde homenaje a la inmensa prosa de Juan José Saer, escritor argentino nacido el 28 de junio de 1937 en Serodino, provincia de Santa Fe.





HOY quería escribir sobre las grullas que dispersan el cielo
en su huida hacia el silencio.
Pasan los corderos por senderos sin huella ni margen,
deshuesando el inefable destino de la herencia.
Wenceslao, inmerso en la hora sin sombra,regresa
con el alma dolorida al patio de su casa,
donde brillan los márgenes del río de espinazo marrón,
con sus hilos grisaseos que se dispersan hacia la orilla.
Ella, desprovista de rostro,revuelve el silencio
en una olla quemada por las ramas y las hojas secas,
que al caer, mataron su propia sombra.
Ahora, justo ahora, Wenceslao le pregunta:
-¿Querés un mate?-
Entonces él y los perros que miran el aire, con la mirada extraviada, no oyen más que el agua ancestral,construyendo y destruyendo,con el paso de las nubes,su espejo memorable.

Ahora todo vuelve en sí,
y se queda, irremediablemente, en silencio

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