HORIZONTE

Mi piel, en silencio grita:
sácame de aquí.





EL hombre sesga su cuerpo, su cuello
que se adentra en el interior de su cráneo.
Levemente estira sus piernas para ver,
ver más allá de los railes que avanzan
desde el horizonte. 
Bello horizonte singular,
donde cada día guarda sus sueños,
las voces que lo visitan cada noche,
los recuerdos y el abdomen del amor. 

Pero hoy, implacablemente hoy,
no es capaz de ver nada, ni nadie.
No ve los ojos de su anhelo, 
no ve las alas del deseo, ni la torsión
de su cuello dolorido. No ve,
y esta imposibilidad recorre su sangre,
su dedal repleto de hojas secas,
que le duelen al partir.
Finalmente no hay más luz en sus ojos
y la sombra es el dolor,
dolor de perder la cordura, 
la agilidad en sus dedos, en su mente
que ya navega a ciegas,
en un barco que por fin,
asume su horizonte.

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