QUÍMICA DEL SER

ENCARAMADO
al borde de una sima profunda,
vuelvo a escuchar los graznidos de la sombra,
el crujir de la química que anida en mi sangre
con formas diversas:


Cápsulas, grageas.
Ninguna da consuelo,
ninguna da la paz.
Sólo amordazan el llanto,
la ausencia del amor.


DE pie, desde el otro lado,
el hijo mira sin pausa;
carga mi tristeza, con mi impaciencia de ser.
Pero también lleva flores en su dichoso cordal.

Entonces sonríe.
Y las plumas,
las plumas vuelven a andar.


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