LOS AMANTES Y LAS CARTAS

Hoy te escribí. Tal vez lo necesitaba, o simplemente mi paso 
ciego me llevó al lugar vacío de tantas otras cartas. ¿Dónde 
estarán las palabras que alguna vez nos dijimos? Acaso 
eran todas, una a una, la cara noble de una mentira posible.

Por eso, hoy, no otro día (porque mañana te escribiría en 
tono de cansancio, en clave de tristeza) te escribí.
Después, la eternidad. 

Después de todo, me rescataste tantas veces de mi propia vida...

Pero las cartas, los amantes, se encogen de hombros ante 
la adversidad del sueño o las tormentas.

Ahora lo sé. Te quise en una dimensión que no figura en 
ningún mapa. 
Te quise de pie, sentado en el banco de una plaza, o 
abrazado a un cuerpo ausente. No obstante, haberte 
querido me vuelve a salvar de mi propia locura, 

DE ESA NACIÓN DESHABITADA, inmensa, en la que vives 
para siempre.

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