PARA VOS Y TUS VIAJES

EMPIEZO a escribirte, 
desde el vacío que ha dejado 
el discurso de tus viajes:

Amada pasajera, alguna vez te esperaba,
con la felicidad de los naranjos, 
y la embriaguez de los azahares.

Hoy, sólo me queda
el mutismo de tu calle,
la membranza de los cuerpos
que dialogan con su lengua silenciosa.
Lengua contra lengua, 
mediterránea la tuya,
transatlántica la mía.

Imagino, por desgracia, 
que en el dorsal del tiempo, 
viviremos el olvido
y no seremos más que un recuerdo turbulento, sublimado, 
aunque algún poeta afirmaba,
que tal cosa no existe.

EL olvido, o su ausencia, me provocan
un estado dislocado, donde flotan
los fantasmas, las pasiones, día y noche,
noche y día, dentro del círculo invisible
de mis ojos, 
que hoy ven el todo en grises.

Así, frente al muro del espejo, 
me estiro para ver el otro lado, 
donde hay rostros sin semblante,
manos, fémures torcidos. 
También, de noche se oyen trenes,
gemidos, y el corazón de la ciudad,
hendido, masacrado por los duelos
de los que han enloquecido.

¿Será la locura el centro del discurso, 
el lecho del descanso?
¿O será, ese infierno tan temido:
la soledad de vos, de tu acento,
y la huida que has plasmado?

Entonces pienso, 
intento recordar esos versos
que decían: 

"Las paredes se van,

queda la noche.

Las nostalgias se van,

no queda nada"



  

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