LOS SUEÑOS, LOS HIJOS.

Porque alguna vez soñé que todo era posible,
que la vida no acababa, a la vuelta de la esquina, 
y que un rubor, era inmortal.

Soñé que el cielo nos llegaría,
nos cubriría con su manto de locura, con estrellas
que agonizan hace siglos, cuando nosotros,
seguimos viviendo con retraso, con bravura
y con dolor, si el amor no nos toca,
con sus fémures rocosos, y su nácar de sonrisas.

Confieso a mano abierta, que he vivido, que he amado
muchas veces sin saberlo, que me han amado,
y que he llorado, ante la pura inmensidad de un solo gesto.

Pero me faltan cosa importantes: 
Un granado en mi frente,
una voz que me arrulle cuando tiemblo,
una linea ante el silencio, y un amor.

Y lo que más me entristece, es que yo, ya no veré
la tierra desde el cosmos. Pero tal vez, Allegra, Hernán,
mis dos eternidades que estarán, justo al marcharme,
quizá me hagan ver, la tierra en el espacio.

A mis hijos.


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