ESTADO PERMANENTE

ESTADO de alternancia
dentro del pecho,
en los pesares que no duermen,
en las negras cavidades, 
en el alma y del insomnio.

Me siento devorado por el tiempo, 
infestado de abismos, de torpezas,
detenido fugazmente en el abismo,
cuando cae la gota del rocío. 

A veces veo el perfil de la aurora, 
que pasa como un rayo, 
dejando, otra vez, el telón abierto  
de la nada.
Me siento tan deshabitado de mí, 
de todos los hombres o mujeres 
que estuvieron en mi viaje. 

Me siento huérfano de hermanos,
de horizontes y de apremios,
porque todo es prorrogable
susceptible de ser echado por la borda.

Me siento huérfano de hijos, de manadas,
prisionero del último destino
que no habla, ciego y reticente a los abrazos.

Caigo sin naciente, sólo caigo.
Me desplomo sobre mi propia deficiencia, 
sobre un clavijero que no rueda,
sobre montículos de folios ilegibles,
sobre el invierno seco, rutinario,
despoblado de belleza y de cariño. 

Todo pasa, lo sé. Todo, algún día 
deja de doler, de ser un muro sin palabras. 
Quiero creerlo y sueño, 
anhelo e imagino que soy viejo,
y estoy sentado al borde de un silencio,
en paz, al fin, con mi decencia. 

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