ADIÓS NOCTURNO

LA boca de la ciudad abre sus piernas, y miles de soledades se vierten por la noche. Noche de cuerpo gris, de pálida sombra amortajada. 
Yo desaparezco siempre en la misma ochava, en el mismo compás, y empiezo a morir de rabia, de sustento y desamor. 
Así, empiezo perdiendo lo que he amado: 
Tu sonrisa, tus vértebras y la marginal sagacidad de tu confianza. Y es que de esperar fui helecho de urgencias, tránsito de ansiedades y de espasmos. 

RESPIRO cada vez con más dificultad. Hay un cuerpo que me engulle, y un silencio que nunca se calla. Hay una estación que me espera y no llega, y un lugar para mis huesos. 


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