LAS CINCO

HAN dado las cinco,
y por la razón de las ventanas,
sube el aroma, acaso de la lluvia.


Estoy completamente solo ante mis manos,
ante el sustantivo y los adverbios de la duda.


Mi extensión abarca tantas preguntas,
tan diversos modos de no entender ni responder.


Mi país es un cordel anudado,
un estridor de estrellas descatalogadas,
y una razón de más, para seguir haciendo,
una vez y otra vez, las mismas preguntas.


Pero más allá de las cinco,
y por las laderas del insomnio,
declino la imposibilidad de los olvidos,
la cadencia de esos pasos que se alejan,
siempre, a lo lejos.



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