LA PÁGINA ESCRITA

TU memoria de lluvia
hoy se revela esquiva
tangente a tu hábil discurso
antaño fiero guardián
de bibliotecas fecundas.

El sol en tu frontispicio
talla con saña impasible
el grito de astros fugaces

que amanecieron en sombras.

La memoria tuya y mía
no se perderá
porque aunque ya no los nombres
ni los saques de vuelo
tus versos danzan febriles
con sexo hambriento de folios.

Tu eres las palabras
y también las hojas.
Yo simplemente
tome todo ello prestado.


A mi padre, que es, en definitiva, el dador de todo esto.

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