PASIONARIA

         




Amanece y apoya el codo sobre el borde de la cama. El día se llena de identidades que emergen de las sombras, como velas amarillas mientras el incierto devenir de su empeño, la hace rondar las estancias aún en penumbras, pisando de memoria y hablando a solas, sin respuesta. Por fin se ha sentado en medio de la habitación, en la que ahora un abanico amarillo secciona el borde de la cama y lo divide en dos: uno iluminado y otro umbrío. Ella tejió con sus manos la manta que cubre su lecho. A veces recuerda estas cosas, que muy lentamente el tiempo se encarga de desordenar en su memoria, dislocando el orden o la magnitud de los hechos. También ordenó cada objeto en los estantes que hay dentro del ropero de luna oval. Allí todo huele a tiempo, a desierto y a penuria. A veces piensa, lo repite una y otra vez, que morirá completamente sola, sin nadie que arrulle sus manos de pan, ni sus dedos de harina. Tantos rayos anidaron en su espalda, que hoy su voz apenas sabe de palabras. Ardió una y otra vez en el ardiente cuenco del deseo, de los besos esperados, de la entrega sin destino y del vacío. A veces también amaba y sufría al hacerlo. Después de todo, las mariposas del amor se marchan justo antes de que el ciclón del odio lo arrase todo, sin dejar marca de lo acontecido, ni de las caricias convertidas en ceniza.
Quemarse una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez...ssssssssss deambulan las polillas por el cielo en busca de su llama. Tal vez hoy llore y se retuerza sobre la manta de colores. Tal vez hoy llueva dentro y fuera de los cielos, dentro y fuera de las flores de su frente, dentro y fuera de su cielo vaginal, de su amor que se fue por el aire. Tal vez hoy retome el vuelo y salga, pasado el día, a internarse en el vientre de la noche, en busca de su fuego.

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