LA NADA

DESDE la espalda de la noche los sueños ruedan sin dueño pidiendo refugio.
Abro los ojos y todo está inmóvil en medio del alba. Los barcos aúllan, los trenes navegan y los árboles sin nada que decir, se levantan.
Desde mi espalda la nada deambula por  puertos cegados. En mi ya no hay nada y cierro los ojos en medio del tiempo. Mis manos aúllan, mis húmeros lloran y mis ilusiones sin nada que ver, se mueren de asfixia.
En mi los desiertos, el cántaro roto, la voz que no cesa y el grito que ya no me salva.

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