LA PASAJERA

Pienso ahora la manera en que acaricio tu espalda. En cómo las yemas de mis dedos dibujan las sombras y las luces de esa llanura sedosa, cerrados los ojos, para oír su esencia. Estás llena luz, en el centro de la estancia, como un tapiz que observo, deteniéndome en los trazos de la piel, en los reflejos de tus pechos. Eres el aire de los cuadros, el perfume de mis besos y el amor de las flores amarillas.

En aquel entonces ibas y venías, como esos barcos que zarpan en penumbras, vestida de perlas y tormentas, sedienta de olas y luceros. Yo, en tales tiempos te esperaba, a la vera de mis pasos, mirando tu llegada o tu partida, con asombro o con dulzura. En aquellos tiempos llegabas, como una bandada de tordos asustados, como un temblor arrasador y como el viento, que mueve cada una de mis hojas.




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