EL MAR QUE NOS SEPARA

Y la noche, ávida de sueños,
se beberá el mar,
para que la distancia
no nos distancie,
para que podamos andar
sobre el tiempo azulado 
de los arrecifes
y tendernos, llenos de colores
al costado de un abismo.

Y la mañana, ávida de hojas,
se beberá el cielo,
para que el tiempo
no nos distancie,
para que podamos andar
sobre el musgo añejo
de los acantilados
y descansar por fin
en el vértice de un templo,
que seguramente sabremos construir.

Y por fin la tarde, ávida de voces,
abrirá su boca húmeda,
tragándose la voz de las metáforas

en el sintiempo de las grullas,
de los sauces
y las puertas, que se abisman,
hacia el centro de la isla,
donde yacen, sin distancia
tu humanidad y la mía.



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