POEMA DEL VIENTO

LAS armas nobles del porvenir pasean su paso entre hileras de árboles ajados, heridos de sol y tiempo, templados de viento y fuego. 

ELLA camina erguida, como una vela perfecta, descalzada de adjetivos, simplemente dispersa, chocando contra los astros o las agujas del tiempo, que se detiene de un golpe, ante la eternidad. 

ELLA anduvo triste, tiznada de nubes, que la llevaron de las manos, junto a un estanque verde, ordinal, donde se tiende y descansa. Entonces cierra los ojos, para verse dislocada, atormentada de vientos que tensan la vela blanca, torcida sobre su pelo, negro, horizontal, vestido bellamente, de cristales o cascadas, como perlas esparcidas, sobre un manto, en el que danza el brillo, la sensualidad de sus brazos y la curva de sus ojos, de la que nadie, en absoluto, puede escapar sin asombro.

ELLA anduvo atenta, perspicaz ante el presente, provocando a las palabras que llovían de las estrellas. Estuvo riendo  de gozo y alegría o llorando de espanto ante los templos del miedo, pero siempre viva, como esas enredaderas que crecen, enamoradas de los muros, de todos y cada uno de los muros.

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