LA PASAJERA
QUIERO que sin tiempo, ni otra magnitud,
te tiendas a mi lado y hables en silencio.
Desprovista de compuertas y erguida de guirnaldas.
Quiero que sin cuerpo, ni otra anatomía,
te escurras en mi espalda y llores sin espasmo.
Privada de razones que ciegan al deseo.
Y por fin, quiero que sin pausa,
te adentres en mi cauce, de ceño turbulento,
vestida de temblores al verte transformada:
riéndote del vértigo, cautiva entre las sombras;
conmovida de asombros y libre de estaciones.
Tenaz viajera de mi frente, lasciva entre frontales,
te eriges en vigía de vidas que no alcanzo,
tallada en los santuarios que el alba no frecuenta;
redimes mis falacias, a golpe de caricias.
¡Oh, amada de las sombras! cuerpo ajeno que me brota,
como rama de bambú, parida verdemente,
en lóbregas estancias:
Ciega, porque no vez mis múltiples llanezas;
sorda, porque no oyes la voz de mis demonios;
y muda, porque no hablas al verme transmutado
en rayo que calcina la gota que perdona
Serpiente de sal que vaga por el mundo.
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