SOLEDAD, MANO A MANO
La soledad,
cuerpo enjuto,
desgrana en
el monte su llanto de arena.
Las aves la
escuchan,
los árboles lloran,
los cacuyes
tristes la silban o añoran,
y ofrendan su
cuerpo con voz de trampera.
-Es la hora del silencio
y como fiel compañera resguardas tu
templo.
Atenta, colosal, convocas plañideras,
que surcan el aire de azules
fronteras.
Es la hora sin tiempo, de duendes,
quitilipis y tordos lebreros,
de bueyes hallados y labios perdidos;
de amazónicos pliegues y violas herbarias-
-Es la hora del verbo, mi fiel
cancerbera,
que invocas planetas, calesas,
cimientes.
Es la hora venidera, implacable,
convexa,
que ahuecas mis manos, torpes mensajeras,
peinando los dientes,
del universo
entero-
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