ODISEA FINITA



Estuvo también en el infierno
de ahí le quedaron
algunas lenguas que todavía
iluminan su cerebro
y hacen crac
cuando mueve los brazos

Juan E. Gonzalez




La mirada triste, profunda, se pasea por la falda del cerro azul.

La mirada y los pasos quietos, resonantes de Ordiceo que regresa, salvo, sano.

Sin manchada herradura en la frente, que lunece sus ojos tristes, otra vez tristes.

Ayer era otro, diferente, entreabierto por la grieta abisal de su boca, convulso, bravo, azuzaba la tormenta bronca de su pecho.

Hoy ya no silba ni está triste.

Las puertas se abrieron, tal vez pronto, y precipitaron horizontes aún por madurar.

No obstante, queda la memoria, que es indestructible.

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