LA TRIACIÓN

Tristemente las aceras hoy lloran a mares. Deshacen con esmero las esquinas, las ochavas, que es donde se agolpa el dolor. Recojo tu mano, tu abrazo finito y los ardores del alma, pero algo me he dejado atrás. No vuelvo la mirada para evitar sorpresas, o visiones que no obedezcan a tu reclamo estelar. Sin pensarlo, aunque debería, me sumerjo en tus manos, en tu abrazo finito y en los ardores del alma. Me esperas a cada paso que avanzo. Te detienes un instante, de perfil, en silencio. Con asombro pueril observo como tu mano, tu abrazo y tu alma, penetran en la casa de mis palabras ciertas. Allí soy vulnerable a todo ello, a los gestos extraños, a los rostros serios, a las palabras desentonadas y sobre todo, a la traición o la deslealtad.
Pero bueno, yo pedía poco, que a la vez era todo y tu, no pedías, arañabas mi superficie para reclamar otro faro. La luz ajena que por fin vino y supiste entender. Ya no sé qué es el amor, ni sé si he amado. Hay en mi, un vacío tan enorme.
 

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