Sé
que me faltan algunas cosas importantes. Cosas que se quedaron
irremediablemente en el camino, al costado o en medio. Cosas que son
puentes o el espejo de una llanura reverdecida detrás de lo que ríes,
desde la trastienda de tus gestos. Te ríes, acaso con todo el cuerpo,
con los dedos y los pliegues del rostro, encima del pantalón negro. Te
ríes de las cosas importantes que me faltan, o nos ahuecan
des-afortunadamente, des-atormentando, partes importantes de tus brazos o
los míos, que no llegan a tocarte.
Lo sé y lo vuelvo a repetir,
in-cansablemente: me faltan cosas importantes, sideralemte bellas, como
las ventanas de tu son-risa o el golpe salvaje de tu mirada.
-¿Pero, por qué vuelves a reírte de mis cosas im-portantes, fal-tantes, desbor-dantes, des-orientantes?-
Será que llevas grabada la certeza de que, ver-daderamente, te quiero y me faltas, hace tantas eternidades.
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