En Madrid, a 8 de octubre de 2022. Querido Alberto: En primer lugar, sabes que aunque me digas lo contrario, he de pedirte disculpas por mi adicción a las epístolas muy esporádicas y breves. Quizá se deba a mi pereza crónica, o al hecho de no poder ya escribir cartas a mano, que como sabes es más personal y cercano, debido a mis dolores crónicos por tantos años de escribir con mi mano izquierda, que es tan lenta y rebelde. Siempre a contramerea, ya sabes, como aquella pieza de guitarra que tanto te gustaba oír cuando aún yo era joven y podía tocar la guitarra. Contramarea, de Quique Sinesi. Contramarea, me encanta esa mixtura de palabras. Como bien sabes, también de tarde en tarde doy rienda suelta a mi nostalgia de porteño trasnochado, y me siento en mi mecedora a escuchar la versión interpretada por el mismo autor. Cuántos recuerdos, amigo. Cuántos recuerdos de la que fue mi ciudad, esa de las calles anchas y rectas donde alguien siempre silba un tango, por la noche, a lo lejos, con el telón de fondo de la sirena de los barcos en el puerto. Ha pasado mucho, demasiado tiempo desde la última vez que tuve noticias tuyas. Sigues viviendo en Zaragoza, me imagino, porque si no esta carta irá a parar a alguno de eso parajes habitados por el ciervo que creaste en tu universo literario. Un ciervo en la carreta. Un ciervo con cuerpo de hombre enfundado en botas de caña larga, negras. Nunca te lo dije, pero esa secuencia de imágenes evoca en mí a una especie de ser mítico, casi irreal: El ciervo, el hombre, la carretera y Asterión. Supongo que sabes de qué hablo., porque en definitiva, la lectura de tu libro fue el inicio de esta mistad que, aunque a la distancia, ya dura algunas edades importantes, ya que la escritura aúna las edades y toda comunicación posible. Recuerdas lo que decía mi viejo sobre esto?: "La poesía tiene la capacidad de rescatarnos. Es sinónimo de escritura y comunicación". A veces le salían cosas lindas del bocho a ese bendito padre mío. Recordarás que su adicción, más que la poesía, eran las faldas, y no precisamente escocesas. Algo heredé de esas malas costumbres, y recuerdo que tu mujer siempre me decía: Daniel, es hora de sentar la cabeza. Sentar la cabeza, tomá mate, pibe. Seguramente a Dalí, o algún otro surrealista, se le ocurriría pintar esta frase. Te imaginas una cabeza sentada? Es tragicómico como poco. Pero bueno, menudo narciso estoy hecho, ya que hoy, sábado ocho de octubre, en Madrid, quiero evocar tus cuentos que tanto me impactaron. Adivina cual es mi preferido. Seguramente acertarás, con ese Te espero en el cielo. Alberto, ese cuento es épico, genial diría yo. Espero que en algún momento, cañas de por medio, me cuentes cómo se te ocurrió la idea. Nada menos que novelar aquel atentado, mezclándolo con el clero y la madre que lo parió a Carrero. Es magistral: …”Carrero se emociona. Todo es tal y como lo había imaginado. Intenta decir algo, pero se aturulla. Las fuerzas se le escapan. Se da cuenta de que va a desmayarse y, luego, ya no ve ni oye nada, cuando se golpea en la cabeza con el techo del coche y la onda expansiva lo destroza por dentro” Que final, querido amigo. Me decías que te costó días y días resolverlo. Y vaya si lo hiciste. He recomendado tu libro a todos mis amigos lectores, aunque sea por leer ese cuento, o el de Por una cabeza. Nada menos que un Maño de pura cepa, metiéndose con Gardel y Lepera. Cuando vayas por mi pago, especialmente en el barrio de La Boca, no se te ocurra decir que escribiste un cuento que hace referencia a dos deidades porteñas. Con lo integrista que es esa gente con su lunfardo que nunca llegué a conocer bien, a pesar de pisar la superficie empedrada de la misma ciudad. Pero lo de compadrito nunca me fue, como bien sabes. ¿Te conté que por fin publicaron mi poemario, no? Era hora ya, y sin pagar un duro, como debe ser. Salió regular, pero fue un parto necesario, vital, aunque ahora, como haría Borges, quemaría el manuscrito dado su escaso valor poético, o mejor dicho, dada mi exageración en el plagio de poemas de Gamoneda, Vallejo, Machado…la lista es larga e infame. Deberían incluirme en la Historia universal de la infamia. Ya sabes, la ironía a veces no muy acertada de los argentinos. Y ya que te metiste nada menos que con Gardel, pensaré que algo entiendes de ella, porque aquí, en España, no siempre hace gracia, ya que nos expresamos de forma agresiva, rozando el insulto que es a la vez halago. ¿Cómo carajo se entiende eso? Para que te rías, te transcribo una publicación de mi amigo Pino. Sí, el que vive en Francia recordando Argentina. Dice así: Según la lengua argentina... Los diez MEJORES usos de la palabra "Mierda" en la Historia Universal. 1.Cuándo va a parar esta mierda de lluvia? Noe, año 4314 AC 2.Cómo mierda se te ocurrió eso? mamá de Pitágoras, año 126 AC 3.Cuándo mierda vamos a llegar? Cristóbal Colón, año 1492 4.¿De dónde mierda salieron tantos indios? (General Custer, año 1877) 5.¿Como mierda quieren que pinte el techo? (Miguel Angel, año 1566) 6.Dónde mierda estoy? Adán, año 0 7.Esta mierda se parece tanto a ella. Pablo Picasso, año 1926 8.Pero esta mierda ni yo la entiendo Einstein, Año 1938 9.Qué mierda fue eso? Alcalde de Hiroshima, agosto del año 1945 10. Vamos, Monica! Quién mierda se va a dar cuenta??? Bill Clinton, año 1997 Es cierto, todo es así: Por qué mierda no llueve en Castilla. Cuándo mierda sacaremos por banda a los monarcas… Aunque mi memoria flaquea cada vez más, mi imaginación es hábil en rellenar sus huecos, con invenciones chamánicas, en las que te imagino en tu sillón estilo Bauhaus, concentrado en la lectura de algún autor de esos que solo dios conoce. Luego me los recomiendas. ¿Vale? Así es, amigo Alberto: te nombro Recomendador oficial de libros invisibles y sublimes, domador de ciervos con botas y devorador de páginas de papel impreso con letra cursiva, literalmente hablando. Sea esto firmado y lacrado por su majestad, El Rey Pasmado. Un abrazo, hermano. Uno de esos que hacen llover nuestros costados, entre oreja y oreja. Daniel.

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